A la sombra de la monumental ciudad de Salamanca y su universidad, la provincia homónima se reivindica como una tierra culta que apuesta por el arte contemporáneo a la vez que sigue cuidando de su dehesa y sus productos: el jamón ibérico y el vino de la D.O Sierra de Francia.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO
Sede de la primera universidad de España, fundada como Estudio General en el siglo XIII por Alfonso IX de León, Salamanca es hoy una agradable y siempre viva ciudad donde callejear se convierte en una aventura para los sentidos.
A pesar de los destrozos producidos durante la Guerra de la Independencia, el conjunto monumental de Salamanca sigue siendo tan importante que desde 1988 ostenta el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad otorgado por la Unesco. Nada desentona en su Ciudad Vieja, tal es así que hasta los edificios nuevos están enlucidos con la misma piedra arenisca con la que se construyó la primigenia. Las partículas de hierro de esta piedra, procedente de las cercanas canteras de Villamayor, adquirirán con el paso del tiempo el mismo tono dorado que la fachada de los históricos edificios universitarios y templos religiosos que es lo que vamos a encontrar en nuestro recorrido por Salamanca.
Por encima de todo esos monumentos está la Plaza Mayor, construida en el siglos XVIII a imagen de la homónima madrileña siguiendo un diseño de Churriguera, el arquitecto más importante del barroco español.
La de Salamanca es, parafraseando a Miguel de Unamuno, “un cuadrilátero». Irregular, pero asombrosamente armónico”. Protegidos por soportales, negocios de hostelería como el centenario Café Novelty sirven bebidas y viandas a locales y foráneos apostados en terrazas, una atalaya perfecta desde la que observar el ir y venir.
Otros testigos de lo acontecido en la plaza desde su inauguración son los personajes históricos tallados en medallones que decoran los arcos de la galería que recorre todo el perímetro. A los reyes, nobles y conquistadores se han ido sumando nuevos personajes a esta galería de la fama: escritores como Cervantes y Unamuno; santas como Teresa de Jesús; alegorías de las dos repúblicas; y hasta héroes extranjeros como el Duque de Wellington, comandante victorioso del ejército en la decisiva batalla de los Arapiles, que tuvo lugar a solo unos km de la ciudad.
Una vez explorada la sala de estar de la ciudad hay que elegir entre la ciencia, tomando la Rua Mayor, o bien por la fé, en cuyo caso hay que tomar la calle San Pablo, que nos llevará directos a las catedrales.
Elegiremos primero ciencia para así ver de cerca la Casa de las Cochas, un palacio gótico que en la actualidad funciona como biblioteca y espacio de exposiciones. Entre otras leyendas, se cuenta que cada una de las conchas de la fachada (más de 300) se esconde un tesoro; y que sus sótanos sirvieron de celda para los estudiantes que no cumplían con sus obligaciones.
Que esta casa noble haya llegado hasta nuestros días es milagroso, ya que frente a ella se yergue La Clerecía, un espectacular edificio sede de la Universidad Pontificia de Salamanca, levantado por los Jesuitas a los que al parecer les fastidiaba que la Casa de las Conchas entorpeciera la vista de su fachada.
Una de las torres de La Clerecía está abierta a las visitas bajo el nombre de Scala Coeli, una experiencia que incluye ascenso para disfrutar de unas vistas excepcionales de los tejados de la ciudad patrimonial.
La calle de los Libreros nos conduce al Patio de las Escuelas, tal vez uno de los lugares más fotogénicos de Salamanca, un espacio urbano creado en su día con el único fin de que se pudiera contemplar a gusto la fachada plateresca de la Universidad de Salamanca. En su interior se visitan el aula Fray Luis de León -poeta y astrónomo agustino encarcelado por la inquisición por traducir al castellano el Cantar de los Cantares- y la Biblioteca, en la que se custodian manuscritos e incunables únicos.
Según la tradición, los estudiantes deben buscar en la fachada exterior de las Escuelas Mayores la célebre rana, si lo logran, entonces aprobarán los exámenes.
Junto a la plaza está la Casa Museo de Unamuno, lugar de residencia del sabio bilbaíno, rector de la Universidad protagonista de algunos de los momentos más geniales de la historia más reciente de la histórica universidad.
Prácticamente al lado está la plaza de Anaya, desde la que se puede acceder al Conjunto Catedralicio de Salamanca, un dos en uno que nos ofrece un viaje en el tiempo a través de los estilos arquitectónicos de moda desde el siglo XII al XVII, del románico al barroco pasando por el gótico y el renacentista. Las dos catedrales de Salamanca se pueden visitar desde el suelo, en la visita estándar, o desde lo más alto si nos unimos a la exposición Ieronimus, una visita al interior de las torres, el transepto y los tejados, un paseo entre almenas, pináculos y gárgolas en el que disfrutar de las mejores vistas sobre la vega del río Tormes.
Nadie puede abandonar Salamanca sin visitar la Casa Lis, villa art nouveau convertida en Museo dedicado a dicho estilo; y el Convento de San Esteban, casa de Francisco de Vitoria, dominico que desde su cátedra de la Universidad sentó las bases del derecho moderno. Tampoco es de recibo no bajar hasta la orilla del río para maravillarse con los sillares del puente romano, infraestructura que formó parte de la Vía de la Plata, la calzada romana que unía Emerita Augusta y Asturica Augusta, importantes ciudades hace 2000 años, hoy conocidas como Mérida y Astorga.