Puglia, Apulia en Castellano, es la región que ocupa el tacón de la bota itálica. Ciudades monumentales como Bari, Lecce o Tarento forman una ruta triangular que se complementa con decenas de pueblos fortificados tanto en su interior como en las costas de dos mares, el Adriático y el Jónico, que dan el tono azul turquesa a un paisaje insuperable.
TEXTO Y FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO
Su lejanía del corazón de Europa mantuvo a esta península fuera de la mirada de los viajeros de masas hasta que alguien puso en Instagram una foto de sus magníficas playas de agua azul turquesa que le han hecho merecedor del peculiar honor de ser conocida como las ‘maldivas italianas’.
Sin embargo, Apulia no es un solo un destino de playa, es sobre todo un lugar en el que las ciudades y pueblos monumentales decoran un paisaje principalmente llano en el que predominan los cultivos de vides y olivos. Fueron sus antepasados de la Magna Grecia, nombre de los territorios del sur de Italia habitados por griegos, los que dieron forma a esta región en la que aún es posible escuchar el griko, versión arcaica del griego, lengua en vías de desaparecer.
Empezamos esta ruta circular en Bari, principal urbe, capital de la región y punto de llegada de vuelos low cost, grandes cruceros y ferries con destino a Croacia y Albania. El centro histórico de la ciudad se ubica junto al puerto y el castillo normando construido para proteger la plaza de invasiones musulmanas. Sus callejuelas cubiertas de grandes bloques de piedra blanca ofrece escenas de tipismo del sur de Italia, una manera de vivir que nos recuerda a la de los napolitanos.
Los palacios se han transformado en bloques de apartamentos populares y en en los patios se muestran las intimidades de cada vecino secándose al sol. Cada recodo del viejo Bari esconde un altar, una portada barroca o una cafetería donde parar a tomar algo mientras se disfruta del paso de la vida.
El monumento más emblemático de la ciudad es la Basílica de San Nicolás de Bari, templo de estilo románico puro donde se guarda el cuerpo del santo famoso por sus milagros que cuenta con cientos de miles de devotos tanto entre los católico como entre los ortodoxos de oriente, donde nació y ejerció su ministerio.
La Catedral de la ciudad no tiene nada que envidiar a la Basílica. Además de su estilo románico, el templo episcopal ofrece un paseo por los cimientos que incluyen restos del templo bizantino previo.
Polignano a Mare, 34 km al sur, es un pueblo medieval construido sobre unos acantilados. Su fama, además de por ser el lugar de nacimiento de Domenico Modugno, se debe en gran parte al barranco que termina en Cala Porto, una estrecha playa de cantos rodados y agua cristalina rodeada de rocas verticales de gran altura sobre las que se han construido edificaciones formando un anfiteatro natural que aprovechan los mejores buceadores para tirarse al agua una y otra vez. Esta cala es escenario cada verano del campeonato de salto libre patrocinado por una famosa bebida energética.
Igual de bonito resulta Monopoli, a solo unos km en dirección sur. El ambiente en esta ciudad medieval es más sosegado y muchos de sus monumentos se han convertido en espacios para la creatividad y el arte contemporáneo como es el caso del Palacio de Carlos V, un coloso de forma pentagonal que marca la frontera entre entre el puerto pesquero y la ciudad amurallada.

Los ‘trullos’ de Alberobello.
Pueblos monumentales del valle de Itria
Es hora de adentrarse en el interior, en el Valle d’Itria, donde se puede encontrar un amplio abanico de pequeñas ciudades monumentales. Alberobello es sin duda la más llamativo de todos gracias a sus 1.400 ‘trullos’, edificaciones redondas construidas sin mortero, encaladas y cubiertas con divertidos tejados de piedras planas superpuestas que pueden ir rematadas de un adorno que indica la profesión o el rango social de su morador. Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996, este conjunto de viviendas empezó a levantarse a partir del siglo XVI, cuando las familias campesinas solicitaron a los nobles explotar estas tierras. El permiso se concedió, pero solo a cambio de que construyeran viviendas precarias para evitar el pago del impuestos establecido para la creación de una nueva ciudad y así poder destruirlas rápidamente en caso de inspección.
Locorotondo, a apenas 8 km al sur, es la siguiente parada. Se trata de un pueblo blanco inmaculado construido siguiendo una planta circular. Además del encanto de perderse por sus callejuelas descubriendo palacios barrocos y la hermosa Iglesia de San Giorgio, lo más peculiar del lugar son los empinados tejados de sus casas, cubiertos por piedras similares a las de los trullos de Alberobello.
La cara sur de la colina sobre la que se ubica el pueblo está cubierta por sus célebres viñedos dispuestos en terrazas. Allí se encuentra Bufano, una de las bodegas de la D.O. Locorotondo, en donde se puede realizar catas de vino y otras actividades gastro-sensoriales con el viñedo como escenario.
Cerramos el Tour por Itria en Ostuni, 24 km en dirección a Lecce. Este lugar es de una belleza salvaje; encalado y encaramado a un promontorio muy empinado, es una mezcla de pueblo de las Alpujarras granadinas y una aldea griega escondida en el corazón de una islita del Egeo… Solo al ver la monumental catedral y el monasterio de los Carmelitas te devuelven a la Italia meridional.

Los ‘trullos’ de Alberobello.
Lecce, joya barroca
Hay gente que a Lecce le llama la Florencia del sur por la enorme cantidad de monumentos que posee, aunque en su caso se centran más en el estilo barroco, época de esplendor de esta ciudad universitaria. La capital de Salento, provincia que ocupa la punta final del tacón, es una ciudad de fácil visita, apta para descubrir por libre sus calles y jardines. Dentro del casco histórico amurallado se suceden iglesias y palacios, pero también vestigios de la época romana como el anfiteatro, descubierto a principios del siglo XX bajo la plaza de San Oronzo, el corazón mismo de Lecce; y el teatro, donde se sabe que se representaban obras clásicas de la cultura helenística en su idioma original.
Si hace buen tiempo las calles de Lecce se llenan de terrazas y sus muros barrocos rejuvenecen, tanto al mediodía como a altas horas de la noche. Según nos acercamos al sur la geografía salentina se va complicando hasta llegar al litoral en Castro, pueblo marinero que mira al mar desde lo alto y que puede ser punto de partida ideal para explorar toda esta costa de carreteras sinuosas que tiene su final en el cabo de Santa María de Leuca, el ‘finisterre italiano’.
Las playas de las zonas urbanas, de fina arena, son mucho más aptas para el baño que las del Adriático que hemos dejado atrás. Sin embargo, la costa rocosa le regala multitud de cuevas visitables en temporada alta y diversas piscinas naturales allá donde la naturaleza lo ha permitido.
A partir de Santa María de Leuca, pueblo con playa famoso por su santuario dedicado a la Virgen, cuya imagen subida a una columna compite con el bello faro octogonal que orienta a los navegantes que van y vienen del mar Adriático al mar Jónico, el paisaje se relaja, las rocas desaparecen y dan paso a las dunas y las playas más espectaculares del sur del país. Fina arena blanca, dunas y fondos transparentes son lo habitual entre Marina di Pescoluse y la ciudad de Tarento, 150 km al norte y fin de este viaje por Puglia.
En medio de este último tramo se ubica Gallipoli, un ciudad amurallada construida en una isla conectada con el continente con un estrecho puente del siglo XVI. La explotación excesiva de sus encantos puede desenfocar la belleza innegable de Gallipoli, que incluye, además de una catedral barroca de gran valor artístico, una bellísima playa urbana apoyada en la muralla y un paseo marítimo lleno de bares y restaurantes a la última moda.