Las milenarias ciudades de Asia Central, donde convergieron caravanas de mil camellos, invitan a un viaje repleto de ensoñaciones.
TEXTO Y FOTOS: PEDRO GRIFOL
Aprender de esta antigua parábola puede sernos útil: Cuenta la leyenda que cierto rey convocó a sus consejeros y les dijo: «Quiero encargar un anillo, en el que deseo grabar una frase para que me inspire en los momentos más desesperados. Una frase que me ayude cuando me sienta perdido». Y los sabios del reino se pusieron a pensar las frases más eruditas… Pero, finalmente, ninguna convenció al rey.
Como suele ocurrir en los cuentos, apareció, de no se sabe dónde, un anciano que transmitía seguridad y sabiduría; y le dijo al rey: “Ha llegado a mis oídos que busca una frase que le sirva en las situaciones más complicadas de la vida. Yo tengo la frase”. El rey, impulsivo, quiso conocerla de inmediato, pero el anciano le dijo que no podía saberla hasta que no estuviera en una situación desesperada.
Y como también sucede en las leyendas, y sin saber muy bien por qué, pero sintiendo la certeza de que debía seguir el consejo del anciano, el rey encargó grabar la misteriosa frase en el anillo.

Mausoleo Gur Emir Tamerlán en Samarkanda.
Tiempo más tarde, el rey se vio metido en una gran emboscada. Estaba desesperado. Huía a caballo por el bosque tratando de escapar de quienes le perseguían. Se detuvo al borde de un precipicio y miró el texto grabado en el anillo. Decía: “Esto también pasará”.
El desconcierto que sintió en un primer instante, se transformó en calma y casi de manera automática respiró profundamente, aliviado. Los enemigos que lo perseguían se perdieron en el bosque… o se equivocaron de camino.
Y así sucedió. Aquella situación pasó, y el rey se salvó.
Absolutamente todo es pasajero, ya sea bueno o malo. No siempre vamos a estar bien y a su vez no siempre vamos a estar mal. Nada es eterno, nada dura para siempre… Esta es la moraleja.
Ya podrán suponer los lectores a qué viene este cuento. En el momento de escribir esta crónica viajera, ya son más de setenta los países a los cuales no podemos viajar los españoles, y hay que aceptarlo, porque hacer turismo también es una manera de aprender.
Este número, AUTOCLUB había elegido viajar a uno de esos países lejanos, míticos, mágicos… un país de esos que aparecen en ‘Las mil y una noches’. Mañana no podemos ir… pero iremos. Por eso hemos optado por priorizar información antes que aconsejar un itinerario turístico.
Uzbekistán es, probablemente, el país de las cinco repúblicas ex-soviéticas que terminan con el sufijo ‘stán’ (que en persa significa ‘lugar de’) que en los últimos años más ha caminado en la senda de la democracia. La primera impresión al pisar tierra uzbeca es que todo funciona, es decir: calles limpias, hoteles recién inaugurados, monumentos restaurados. Llama la atención la cantidad de barrenderos/as que se emplean a conciencia en su quehacer. Debe ser herencia del período comunista: si no tienes trabajo, te dan una escoba para barrer calles, arreglar zanjas… o reparar bordillos. Sueldos (en general) bajos, eso sí; pero por lo menos tienen un salario que paga el estado y una casa. No hay grupitos de ociosos en las esquinas, y tampoco se ve policía intimidatoria. En el metro de Tashkent, la capital, pueden registrarte la mochila -control de seguridad (eso está bien)-. Es un estado laico, con una mayoría (en teoría) musulmana que no es practicante. Después de la Independencia -el país es un estado independiente desde 1991- algunos grupos islámicos intentaron monopolizar la religión y hubo atentados con la firma del radicalismo islámico, pero el estilo ‘mano dura soviética’ (que aun imperaba) solucionó el tema sin contemplaciones y con operatividad radical.
Las mujeres no se tapan la cara. La última moda, entre las más jóvenes, es pintarse las cejas bien destacadas y con el entrecejo casi unido… que resulta exótico; y las más mayores se adornan la dentadura con fundas de oro, aunque ya resulte un signo de estatus social anticuado. El índice de analfabetismo se considera cero y la educación es obligatoria hasta los dieciocho años. Los estudiantes universitarios cobran un pequeño salario.
El té es la bebida nacional, pero también elaboran muy buena cerveza… ¡y vino desde siempre!
La gastronomía ¡sobresaliente! El plov, plato nacional -comparable solo a nuestra paella- es espectacular.
Estas breves pinceladas socio-políticas (con toques gastro), vienen a cuento para explicar que la seguridad que acompaña al turista es efectiva, y que viajar a este país, cuando se levante la justificada prohibición por mor de la crisis del COVID-19, puede ser una buena idea.