A medio camino entre la Suiza francófona y la alemana, el cantón de Friburgo es una joya delicada a la que aún no se ha prestado suficiente atención. Su capital homónima es monumental y sus Alpes también nos regalan miradores, funiculares y rutas de carreteras de montaña que incluyen parada en queserías artesanales y fábricas de chocolate.
TEXTO FOTOS: JOSÉ MARÍA DE PABLO
Su nombre resulta familiar, tal vez porque hay “friburgos” en Alemania (el más conocido), Francia y Brasil, pero muy poca gente sabe que el de Suiza es una ciudad medieval, cabeza de un bellísimo cantón homónimo encajado entre los lagos Neuchâtel y Leman, el punto donde la Suiza francófona se funde con la germánica.
Es en el río Sarine/Saane,que atraviesa la ciudad, donde se establece esa frontera cultural, pero la ensalada lingüística suiza se sirve en Friburgo con gusto, ya que las dos lenguas conviven en paz desde hace siglos.
Conocida por su catolicismo, Friburgo es lugar donde se respetan las tradiciones.
El día de San Nicolás, patrón de la ciudad que se celebra el 6 de diciembre, es fiesta mayor. Los estudiantes de la universidad, la única católica en todo el país, se disfrazan del santo para cantar desde el atrio de la catedral las crudas verdades a los políticos locales. De estilo gótico, el templo construido en el punto más elevado sobre la ciudad medieval y el río es sede episcopal de la diócesis de Lausanne, Ginebra y Friburgo.
El día de Corpus Christi tampoco se queda corto: los cañones de la Comuna viajan a la parte alta de la ciudad para anunciar la fiesta a cañonazos, mientras en las calles desfila la Guardia Suiza del Papa y las campanas de todas las iglesias establecen una deliciosa conversación sonora.
Si nuestro viaje no coincide con tan marcadas fechas, podremos acudir a la plaza del l’Hôtel de Ville para disfrutar de un animado día de mercado que se celebra cada sábado y miércoles, en esta ocasión en la ciudad baja.
Para llegar hasta la orilla del río hay que descender por la rue Stalden, vía de origen medieval donde todas las casas cuentan con bodegas que se suelen abrir al público durante el Carnaval. Casi al final de la cuesta, antes de llegar a la plaza donde los gremios construyeron sus estilizadas sedes, nos topamos en la renacentista Samaritaine, una de las muchas fuentes antiguas que decoran las calles de Friburgo.
El paseo termina en el río visitando el Pont de Berne, puente de madera construido originalmente en el siglo XII,siendo el actual del siglo XVII. Tanto desde éste como desde el cercano puente de Milieu las vistas sobre la ciudad y los meandros tallados por el agua sobre las rocas son espectaculares.
Para subir de nuevo a la ciudad alta tomaremos el funicular decimonónico que se construyó originalmente para subir barriles de la Cerveza Cardinal. Las dos cabinas suben y bajan gracias a la presión que ejercen los 3.000 litros de aguas residuales que circulan por el circuito.
Una vuelta por el lago Murten
A solo 16 km al norte de Friburgo está Murten/Morat, la ciudad más germanófila del cantón y población más importante del pequeño lago al que también da nombre.
La zona es conocida por ser la huerta de Suiza al disponer de extensos terrenos cultivables y un clima benigno que complementan con invernaderos. El gusto de los suizos por los productos de proximidad ha ayudado a los pequeños hortelanos a hacerse un hueco en el mercado produciendo 60 tipos diferentes de hortalizas y 77 de tomates en invernaderos que se pueden visitar en la Granja Gutknecht, donde además disponen de tienda.
El recorrido por esta comarca continúa en la orilla norte del lago Murten, en Vully, la región vinícola más pequeña de Suiza que agrupa a un total de 24 productores familiares con viñas tanto en el cantón de Friburgo como en el de Neuchâtel.
Cédric Guillod lidera la cuarta generación familiar que gestiona la Cave Guillod. Este joven productor, en estrecha colaboración con su esposa Ivonne, está produciendo excelentes blancos con la variedad local chasselas y tintos con pinot noir. La bodega de los Guillod está abier