Velocidad vías secundarias

La velocidad máxima en una carretera convencional es de 90 km/h para turismos, motocicletas, autocaravanas con una Masa Máxima Autorizada (MMA) inferior a 3.500 kg, autobuses, vehículos derivados de los turismos y vehículos mixtos adaptables.

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Este límite no es el mismo para todos los vehículos y se reduce ligeramente para los camiones, furgones, autocaravanas de más de 3.500 kg, vehículos articulados, automóviles con remolque, autobuses que viajen con pasajeros de pie y vehículos derivados de turismos que transporten mercancías peligrosas. En estos casos, la velocidad máxima en carretera convencional se reduce a 80 km/h.

Por último, los ciclomotores y bicicletas tienen limitada la velocidad máxima en carreteras convencionales a 45 km/h. Recuerda que los ciclomotores no pueden circular por autovías o autopistas. Las bicicletas sí que pueden ir por autovías, salvo que lo tengan expresamente prohibido.

En la siguiente tabla puedes comparar a qué velocidad se puede ir en una carretera convencional según los diferentes tipos de vehículos que pueden circular por la misma:

Límites velocidad vías convencionales

¿Qué sanciones hay por circular a una velocidad superior a la máxima permitida?

En la siguiente tabla puedes ver los puntos y las sanciones económicas que te pueden poner según la velocidad a la que circules en cada caso.

Si sobrepasas en más de 80 km/h el límite máximo de velocidad en una vía interurbana directamente ya es un delito y la pena es de prisión de 3 a 6 meses o multa de 6 a 12 meses o trabajos para la comunidad de 31 a 90 días. Además, se te privará del permiso de conducir entre 1 y 4 años.

¿Por qué la velocidad influye en la accidentabilidad?

  • Porque, a mayor velocidad, mayor distancia de detención. Circulando a 90 km/h se necesitan 70 metros para detener el vehículo, mientras que, si circulas a 100 km/h, aumentas la distancia a 84 metros, de ahí la importancia de mantener siempre la distancia de seguridad. No obstante, estas son cifras referentes a una situación óptima de circulación; con el suelo mojado esta distancia aumenta.
  • Porque, a mayor velocidad, menor campo de visión. El ángulo de visión de un conductor que circula a 65 km/h es de 70 grados, a 100 km/h se reduce a 42 y a 150 km/h a 18 grados, es decir, solamente verías el centro de la carretera.

En 2019, la Dirección General de Tráfico redujo el límite de velocidad máxima en las carreteras convencionales de 100 km/h a 90 km/h con el objetivo de reducir la siniestralidad. Sin embargo, ¿es suficiente esta bajada de la velocidad en carreteras convencionales para mejorar la siniestralidad?

Reducir la siniestralidad con otras medidas

Aunque la velocidad es un factor de riesgo clave tanto en la producción de un accidente como en la gravedad de las lesiones tras una colisión, no es la única medida que desde la administración deben tener en cuenta para reducir la siniestralidad en las carreteras convencionales.

El RACE solicita que no sea un sustitutivo de otras medidas muy necesarias. Entre estas otras, es importante que desde el Estado se aumente la inversión en carreteras que evite el déficit en mantenimiento y conservación.

Según el departamento de seguridad vial del RACE, “lo que se consigue con medidas como ésta es traspasar la responsabilidad de los accidentes a los automovilistas”. Sin embargo, también existe una alarmante falta de mantenimiento, conservación y muchísima mayor inversión en infraestructuras. Reduciendo la velocidad de los turismos pueden provocarse, además, más adelantamientos de riesgo en estos tramos, así como prolongar el tiempo de desplazamiento.

Para el RACE no hay una velocidad buena o mala, depende de cada tramo y lo que hay que hacer es estudios en profundidad y proponer medidas en función de estos estudios. Sí hay medidas que pueden aplicarse y que ayudarían de manera inmediata: repintar las vías, una mejor señalización, asfalto antideslizante en aquellas curvas más peligrosas… pequeñas inversiones que también son necesarias y útiles y que pueden provocar un gran beneficio en la reducción de accidentes”.

Un estudio de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) concluye que, a pesar del auge en construcción de carreteras en España desde el año 1991, la inversión se estancó en el año 2009 por la crisis. Aun así, la diferencia entre ingresos por impuestos e inversión sigue estando descompensada. Los turismos cubren sus costes de movilidad, por encima del 150%, y en el caso de las motocicletas, pagan tres veces respecto a lo reciben en concepto de inversión en infraestructuras.

La inversión también debe de ir dirigida en arreglar las carreteras con mayor índice de siniestralidad. Desde el RACE se explica que no es suficiente “conformarse con poner un cartel de ‘tramo de concentración de accidentes’”.

Por otro lado, es importante tener en cuenta no sólo la velocidad máxima en una vía, sino la velocidad inadecuada. La circulación debe adaptarse a las circunstancias externas de la vía (lluvia, nieve, hielo, aire, presencia de elementos como aceite…) e internas (coeficiente de rozamiento, falta de adherencia, baches…).

También para reducir la siniestralidad es necesario poner en marcha medidas específicas para los usuarios vulnerables: los ciclistas, motoristas y peatones. Una solución sería plantear como alternativa carriles separados de la vía para ciclistas y peatones.

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