El suroeste de Estados Unidos fue el mítico plató natural del wéstern, Monument Valley como icono para las películas del Lejano Oeste.
TEXTO Y FOTOS: PEDRO GRIFOL

John Ford en Monument Valley.
Para situarnos en el Lejano Oeste y antes de iniciar nuestro viaje, deberíamos ver la película Pasión de los Fuertes -My Darling Clementine (en inglés)-, la primera de las películas dedicadas al famoso tiroteo de O.K.Corral ¡hay 9!, un wéstern que rodó John Ford en 1946. En la película aparecen dos leitmotiv del llamado ‘cine del oeste’. En una misma secuencia vemos al sheriff Wyatt Earp (interpretado por Henry Fonda) con el fondo del mítico paisaje de Monument Valley.
Ford acostumbraba a rodar en este espectacular escenario natural formado por gigantescas rocas que surgen como puños a través de la corteza terrestre de una gran depresión situada entre los estados norteamericanos de Arizona y Utah. La mole rocosa llamada The Mitten (La Manopla) es la más reconocible de esas insólitas y rotundas formaciones pétreas que tantas veces inmortalizó en muchas secuencias desde que rodó, en 1939, por primera vez en aquel lugar su película La Diligencia, a la que siguieron otras muchas: Fort Apache (1948); La Legión Invencible (1949); Río Grande (1950); El Sargento Negro (1960); El Gran Combate (1964); y sobre todo The Searchers (1956), que en España se tituló (una de las pocas veces que en España la traducción no es baladí) Centauros del Desierto, que es una de las mejores películas de este género: Ethan (John Wayne) solitario cowboy fundido a su caballo, cabalga entre las rojizas mesetas de aquel lugar… solo apto para ‘centauros del desierto’, para ‘valientes que cabalgan solos’ o para los indios, los verdaderos moradores de aquel valle… desde hacía ya muchas lunas.
El director de cine italiano Sergio Leone cuando ya había alcanzado el éxito mundial con su famosa trilogía de spaghetti wésterns: Por un puñado de dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966); quiso rendir homenaje a John Ford rodando su último wéstern ‘C’era una volta il West’ (1968) en aquellos mismos parajes en los que rodó su admirado maestro. La película se tituló en España ‘Hasta que llegó su hora’, y está considerada como una de las mejores películas de este género, y obra de culto para los cinéfilos.
Punto John Ford, con los monolitos conocidos como Three Sisters, al fondo.
…Yo tenía una casa en el Lejano Oeste
Monument Valley, que se encuentra en la reserva india más grande de Estados Unidos, empezó a llamarse así a principios del siglo XX cuando una pareja de colonos, el matrimonio Goulding, llegaron al Oeste Americano en tiempos en los que aún se podía escuchar a los indios cantar y bailar en las praderas… Allí decidieron establecerse pactando con los indios la paz y comprando algunas hectáreas de su tierra sagrada. Y esto ¡no es una película!
La pareja buscaba financiación para crear su negocio de trading post, que viene a ser una especie de parada y fonda con almacén de trueque de mercancías entre los indios y los colonos.
Por aquellos días, Harry Goulding escuchó por la radio que un director de cine de Hollywood buscaba localizaciones para rodar un wéstern, y pensó que allí donde tenía su casa era el lugar ideal. Harry se presentó en la mismísima meca del cine con unas cuantas fotografías bajo el brazo con la idea de conseguir el apoyo económico necesario. Las fotos mostraban las extravagantes formaciones pétreas de aquella exclusiva tierra en la que él vivía junto a indios a caballo sobre un fondo de mesetas rocosas, agujas y picos. Harry Goulding convenció a John Ford para que visitara su terruño, y en menos de un mes Ford le comunicó que fuera preparando el alojamiento para el equipo de rodaje… Y que le llevaba un cheque de 5.000 dólares. En consecuencia, Ford empezó así a rodar la primera de sus películas -Stagecoach La Diligencia (1939)- que tendría como fondo el paisaje de aquellos milenarios monolitos, entablando el principio de una larga amistad con Harry y su mujer Leona, que aparecerían como extras en muchas de sus películas.
Nunca se produjo una simbiosis tan lógica entre la religión y la ciencia como en las creencias de los indios, que creen -o creían- en el agua y el fuego como iniciadores del proceso de formación del mundo. A decir verdad, fueron los indios los que pusieron los nombres a las rocas sagradas: ‘Dios de la Lluvia’, ‘El Tótem’, o ‘La Mano’. Después, vino ‘el rostro pálido’ y puso otros nombres a las rocas: The Camel o The Elephant, sin contar que los navajos no habían visto nunca ¡ni un camello, ni un elefante!
Cómo visitar Monument Valley
Cuando se llega al centro de visitantes, situado frente a las formaciones rocosas más emblemáticas, se abonan 25 dólares por coche en una taquilla situada en medio de una infinita carretera recta donde un indio navajo nos entregará el billete de entrada. Si es muy pronto, antes del amanecer, puede que el nativo vigilante no esté (que puede ocurrir), pero no pasa nada. Se entra sin pagar y punto (por experiencia propia). Desde allí podemos seguir conduciendo por una pista de tierra batida y señalizada con los nombres de los monolitos en rústicos carteles: The Mitten, Three Sisters, Thunderbird Mesa. Así se puede llegar conduciendo hasta el John Ford Point, que es donde dicen que el famoso director de cine plantaba su silla plegable y se paraba a reflexionar.
También se puede contratar un tour guiado en furgoneta desde el Goulding’s Lodge; aunque la manera más ‘auténtica’ de visitarlo es a caballo (20 dólares la hora) y emular a John Wayne cabalgando, opción interesante para ver más de cerca la vida de los lugareños. No olvide que por donde pisa tu caballo han pisado los cascos de los caballos del 7º de Caballería -¡en el cine!-, toda una experiencia para el recuerdo.
También se permite ir a pie -8 dólares persona (precio actualizado en enero 2025)- pero siempre contratando los servicios de un guía nativo, con el fin de proteger los enclaves sagrados, porque a algunos enclaves como, por ejemplo, el ‘Oído del Viento’, solo se puede acceder si el guía nos quiere llevar. El senderismo por cuenta propia no es recomendable porque cuando cae la noche corremos el riesgo de perdernos.
Cualquier época del año es buena para visitar el lugar, pero, teniendo en cuenta que en invierno el valle puede aparecer nevado, desde finales de primavera hasta finales de otoño tendremos más garantía de ver atardeceres de cine; y aunque la tierra siempre es roja y la ‘bóveda azul’ es siempre azul, los tonos cobrizos que pintan las paredes de las rocas durante los crepúsculos otoñales son más emocionantes. En pleno verano el sol pega duro, calienta las piedras y nuestras cabezas, pero también, de repente, puede que caiga una apocalíptica tormenta y dibuje un arco iris en el cielo sobre una nube plomiza. Si eso sucede… todo se vuelve mágico. Espectacular.
El consejo es que cuando estés en la ‘catedral del wéstern’, quédate el tiempo suficiente para descubrir lo que de irreal tiene lo sagrado.
GUÍA PRÁCTICA
CÓMO LLEGAR
Monument Valley se encuentra a 650 km. de Las Vegas (Nevada) y a 500 km. de Phoenix (Arizona), ambos con conexiones aéreas con las principales ciudades de Estados Unidos. Aeropuertos más cercanos, pero con menos conexiones, son los de Flagstaff y Durango.
Lo más práctico es alquilar un coche en uno de estos aeropuertos. Para informarse de los requisitos para conducir en USA consultar la web del RACE.
Solo hay una carretera de acceso, la US163, que enlaza la localidad de Kayenta, en Arizona, con la US191, en Utah.
DÓNDE ALOJARSE
Recomendable quedarse a dormir una noche y ver el amanecer dentro del valle. Hay dos alojamientos: Goulding´s Lodge, el hotel histórico de los días dorados del cine; y The View, un hotel situado a la entrada del parque, abierto todo el año, que ofrece unas espectaculares vistas.
Más información en la web Monument Valley Navajo Tribal Park
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