En este viaje hemos elegido el Camino Le Puy, que recibe el nombre de Vía Podiensis y tiene su origen en la localidad de Le Puy-en-Velay. Un viaje para peregrinos aficionados al motor.
TEXTO: PEDRO GRIFOL FOTOS: LAURA CRAWFORD

Iglesia de la Virgen Negra en Rocamadour.
Existen muchas maneras para emprender el Camino de Santiago, pero el denominado Camino Francés es la ruta más popular y reconocida. La mayoría de los peregrinos deciden empezar en Roncesvalles (Navarra), pero si se denomina ‘Camino Francés’ es porque empieza en Francia… de hecho, existen 4 rutas francesas.
El peregrino que hoy tome cualquiera de esos caminos -enumerados en el Códice Calixtino (escrito en 1140)- se considera que irá tras los pasos de los peregrinos de la Edad Media.
En este viaje hemos elegido el Camino Le Puy, que recibe el nombre de Vía Podiensis y tiene su origen en la localidad de Le Puy-en-Velay (un pueblo situado en región Auvernia-Ródano-Alpes), que fue desde donde el obispo Godescalco -al se le reconoce como el primer clérigo que peregrinó a Santiago de Compostela- emprendió viaje en el año 950 d.C.
Cuando el camino se orienta hacia el sur, se adentra en la región francesa de Occitania, donde tiene varias ineludibles paradas.
Tesoros para peregrinos
Situado en lo alto de una montaña y con una historia de más de mil años Conques (tourisme-conques.fr) es un pueblo que ha sabido preservar su autenticidad en un ambiente espiritual único. Sus lugareños viven en una armonía de sutiles colores que van desde el gris azulado de su roca autóctona al ocre de la piedra caliza de sus casas revestidas con entramado de madera.
Los peregrinos hacen parada y pernoctan allí porque tiene un albergue junto a la iglesia abacial que custodia el tesoro llamado Majestad de Sainte Foy, un relicario con figura de mujer que contiene los huesos de una joven mártir cristiana recubierto de oro, camafeos, y piedras preciosas.
Imprescindible quedarse hasta la noche para contemplar el tímpano policromado del Juicio Final, una obra maestra del arte románico (siglo XII) que se ilumina al anochecer en una ceremonia narrada que nos trasporta auditiva y visualmente por el azul del cielo pintado con luz en relieve…
y nos advierte del peligro de caer en el rojo vivo del infierno.
El interior de la abadía de Sainte Foy (Santa Fe) tiene unas peculiares vidrieras contemporáneas diseñadas en 1990 por el artista Pierre Soulages, en las que la variación de la luz natural hace que cambien de color en el transcurso del día.
Los viajeros peregrinos que prefieran un alojamiento más cómodo no duden en reservar habitación en la Chambre D’hôtes Alice et Charles (lecomtoirdegermain.com), un hotel con encanto donde la simpatía de su propietario nos llevará a conocer los encantos de los productos de proximidad acompañados con vino de la región, le marcillac. Día y noche para no olvidar.
Rocamadour (rocamadour.com) es el otro pueblo de montaña para visitar también de día y de noche. Es un lugar sagrado de peregrinación desde el siglo XII. De sus iglesias pegadas unas a otras, destaca la capilla Notre-Dame, de estilo gótico flamígero, donde la estatua relicario de la Virgen Negra (siglo XIII) es la pieza emblemática de la visita… Pero para los sentidos, Rocamadour constituye la otra parada paisajística del viaje, porque cuando este pueblo, construido en un acantilado, es iluminado por la luz del sol poniente resulta espectacular. Desde la terraza del Hotel Le Belvédère (hotel-le-belvedere.fr) se disfruta de una vista impresionante del conjunto. La foto artística es desde ahí… al amanecer.
A medio camino entre estos dos pueblos la parada cultural es en Figeac (tourisme-figeac.com), ya en el departamento del Lot occitano. Figeac nos sumerge en la Edad Media, época en la que la ciudad se encontraba en pleno apogeo de su intensa actividad comercial. Sus fachadas delicadamente talladas y sus calles adoquinadas le confieren un encanto especial, y la riqueza de sus palacios góticos conforman un paisaje propio de un plató de cine.
En este pueblo se encuentra el Hospital Saint-Jacques, testigo de aquella red de acogida creada para cuidar, reconfortar y dar de comer a los peregrinos; y el Museo Champollion / Las Escrituras del Mundo (ville-figeac.fr/). El célebre egiptólogo Jean-François Champollion (1790-1832) nació en este lugar y en su casa natal se ha instalado un museo único en Europa. Se trata de la historia de la Piedra Rosetta, de la que Champollion descifró su contenido. La Rosetta fue desenterrada de la arena por un soldado del ejército de Napoleón en 1799, cuando los franceses trataban de conquistar Egipto y cerrar a los británicos el camino a la India… Habían sacado a la luz el jeroglífico más importante de la historia de Egipto.
Siguiendo con nuestras recomendaciones lúdicas, en Figeac, igual que las diferentes sorpresas que ofrece la ciudad, existe un extraordinario restaurante -Le Safran (le-safran.wixsite.com)- que, aunque el mar lo tiene lejos, el chef Christophe Belhomme elabora originales platos en su cocina del pescado revisitada – Plancha de poissons et crustacés… Pavé de atún rojo… – constituyen un atractivo culinario más del viaje. Para no perdérselo.
Si queremos seguir descubriendo lo que la tierra esconde – ¡o escondía! – podemos continuar camino hasta la pequeña localidad de Lacave, porque en esta región de Occitania un mundo paralelo discurre bajo nuestros pies ya que cuenta con gran cantidad de cuevas pintadas y espacios subterráneos para explorar. Una de las cuevas más atractivas de la zona es Les Grotes de Lacave (grottes-de-la-cave.fr), descubiertas en 1905. Se accede por medio de un pequeño tren eléctrico que sube 400 metros bajo tierra para llevarte al corazón de la montaña donde se encuentra la gruta. La visita es a pie y con un guía que nos irá descubriendo las Ilusiones ópticas del recorrido. La visita termina en una gran sala llamada en ‘el salón de las maravillas’, donde unas peculiares luciérnagas invaden el silencio.
Tesoros para aficionados al motor
Por otro lado, los viajeros de AUTOCLUB saben bien que museos de coches hay muchos, pero que pocos tienen la categoría de extraordinarios; y uno de los que entra en esta categoría de sobresalientes está en pleno Camino de Santiago Francés. Es el Museo del Patrimonio Agrícola y del Automóvil (musee-agricole-salviac.com), que se encuentra en el pequeño pueblo de Salviac (a 45 km. de Rocamadour). Se trata de un compendio único en el mundo, donde descasa ¡o se almacena! todo lo relacionado con la historia de la automoción; y no solo es eso, porque la palabra ‘todo’ engloba exactamente eso: todos los objetos complementarios que sirvieron en la época en la que se crearon los vehículos que funcionaban con un motor alimentado por gasolina y que, naturalmente, se utilizaban para desplazarse de un lugar a otro. No en vano, el creador del museo, Benoît Jouclar, conoce bien el origen de la palabra ‘vehículo’ que en latín –vehiculum- significa exactamente eso: medio de transporte. La historia de Benoît también es sorprendente: A los 14 años, decidió ir en busca del ‘desaparecido’ tractor de su abuelo, un Farmall Cub de 1948… ¡y lo encontró! A partir de ahí empezó a coleccionar de todo y despertó en él el deseo de compartir su legado. El museo es su hogar -“un hombre, una pasión”-, porque cada día descubre increíbles ‘juguetes’ del pasado que desea ‘vivirlos’ con los visitantes. Benoît nos guía en la visita mientras cuenta anécdotas sorprendentes. Un legendario Citroën SM equipado con motor Maserati; un ejemplar del célebre Ford T; una moto Indian centenaria (1917); el Studebaker Erskine, de 1927; el Simca 8 Cabriolet, de 1939; un Citadine Teilhol de 1972, el peculiar coche eléctrico de tres ruedas del que se fabricaron solo 15 ejemplares… Y maquetas… trajes… juguetes… muñecas… anuncios…
En una superficie de 6.000 m², le espera una colección de más de 250 tractores, 150 coches y vehículos utilitarios, 200 vehículos de dos ruedas (motos, bicicletas, etc.) y mil piezas y objetos cotidianos que han conformado nuestro acervo cultural. Un museo que no deben perderse los aficionados al motor… ni los anticuarios.
El Camino Francés naturalmente continúa… Pero decidimos poner fin a este recorrido por la región de Occitania en la vieja ciudad de Cahors (cahorsvalleedulot.com), situada a orillas del río Lot y donde se encuentra el puente Valentré, edificado en el siglo XIV, que está incluido en el patrimonio mundial de la UNESCO y constituye el símbolo de la ciudad.
También destaca la catedral de Saint-Étienne y el entramado de callejuelas comerciales que hacen de Cahors una etapa viajera muy apetecible.
Y para disfrutar más del camino… más condumios, porque hay de nombrar la especialidad de la región, que es el pato y que en esta ciudad encuentra todas sus formas y expresiones: magret, cordón, confit y foie gras. De aquí procede también el llamado vin noir, que es negro a causa de la famosa uva Malbec con la que se elabora.Detrás de la catedral, situado en una pequeña plaza, llamada Champollion, se encuentra el local de Les Petits Producteurs, un restaurante que recibe al visitante ‘como Dios manda’: con una tostada de foie gras en una mano y un vaso de vino de en la otra.
Porque… ¡No solo de espiritualidad vive el hombre!
MÁS INFORMACIÓN: Turismo de Ocitania
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