Las carreras de coches no solo son espectáculo y velocidad también son un laboratorio rodante donde se prueba la tecnología que, con el tiempo, llega a los vehículos que usamos a diario.
TEXTO: F. JAVIER HERNÁNDEZ
El mundo del automovilismo de competición es mucho más que adrenalina: es una plataforma de innovación clave para avanzar hacia una movilidad más segura, sostenible y tecnológicamente avanzada.
Muchas innovaciones que hoy consideramos estándar en vehículos de producción nacieron en las pistas. Es el caso de los frenos ABS, los sistemas de tracción, las mejoras en la aerodinámica, los materiales más ligeros y resistentes y las tecnologías híbridas y eléctricas.
Los equipos de competición buscan constantemente reducir el peso, aumentar la eficiencia y mejorar la seguridad. Estos desarrollos, tras ser probados bajo condiciones extremas, se adaptan y aplican a modelos comerciales, garantizando que lleguen al mercado tecnologías más eficientes, fiables y seguras.
Además, las carreras fomentan la investigación en combustibles alternativos, en inteligencia artificial aplicada a la conducción y en gestión energética. Campeonatos como la Fórmula E han impulsado el desarrollo de baterías más duraderas y sistemas de recuperación de energía, entre otras cosas.
La Fórmula del éxito entre la pista y la carretera
Desde los circuitos hasta las autopistas y carreteras del mundo, Mercedes-Benz ha sabido transferir la tecnología de competición a sus vehículos de calle, ofreciendo no solo lujo y confort, sino también rendimiento y eficiencia al más alto nivel.
La marca alemana, a través de su división deportiva Mercedes-AMG, ha estado a la vanguardia de la innovación automotriz. Uno de los ejemplos más claros de esta sinergia entre el automovilismo y la producción en serie es el desarrollo del Mercedes-AMG ONE (en la imagen). Este hiperauto, con un sistema híbrido que combina un motor V6 turboalimentado de 1.6 litros derivado del monoplaza de Fórmula 1 con cuatro motores eléctricos, emplea muchas soluciones nacidas en los Grandes Premios. El resultado: más de 1000 caballos de potencia y una experiencia de conducción sin precedentes en un coche homologado para carretera.
Pero esta transferencia de tecnología no se queda solo en modelos exclusivos. Elementos como la recuperación de energía cinética (KERS), originalmente desarrollada para la F1, han sido adaptados para vehículos híbridos e híbridos enchufables. Los sistemas EQ Boost y EQ Power, presentes en modelos como el Clase E o el GLE, mejoran la eficiencia y las prestaciones gracias a tecnologías nacidas en el mundo de las carreras.
También destacan avances en aerodinámica activa, control electrónico de suspensión y uso de materiales ligeros como la fibra de carbono, todos probados en competición antes de llegar al consumidor. Incluso los desarrollos en software de gestión del motor y sistemas de asistencia a la conducción se benefician del aprendizaje adquirido bajo las condiciones extremas de la pista.
Mercedes-Benz demuestra que la excelencia en la competición no solo se mide en podios, sino también en la capacidad de llevar esa ingeniería avanzada al día a día de sus clientes. La carretera y la pista, más cerca que nunca.
Tecnología de competición para sus clientes
Desde sus inicios, BMW ha estado firmemente ligado al mundo del automovilismo. La marca bávara no solo ha conquistado circuitos de todo el mundo con sus coches de carreras, sino que ha sabido trasladar muchas de esas innovaciones a sus vehículos comerciales. Esta transferencia de tecnología ha convertido a BMW en sinónimo de dinamismo, precisión y alto rendimiento, no solo en la pista, sino también en la calle.
Uno de los aspectos más destacados de esta influencia es el desarrollo de motores. Las unidades motrices utilizadas en modelos como el BMW M3 o el M4 (en la imagen) derivan directamente de la experiencia acumulada en campeonatos como el DTM (Deutsche Tourenwagen Masters). Estos motores incorporan tecnologías como la inyección directa de alta presión, turbocompresores de geometría optimizada y sistemas de refrigeración avanzados, todos diseñados inicialmente para soportar las exigencias extremas de las pistas.
La aerodinámica es otro campo donde se nota esta herencia. Elementos como los difusores traseros, alerones activos, conductos de refrigeración específicos y los bajos carenados no solo mejoran la eficiencia y estabilidad a altas velocidades, sino que también son fruto de estudios realizados en túneles de viento y simulaciones utilizadas originalmente en competición.
La división BMW M, responsable de los modelos de alto rendimiento, ha sido el puente clave entre el automovilismo y la carretera. Cada modelo M se prueba y afina en el legendario circuito de Nürburgring Nordschleife, considerado uno de los más exigentes del mundo. Esta pista sirve como laboratorio real donde se mide el comportamiento del coche al límite, replicando condiciones extremas que garantizan un rendimiento excepcional en el uso cotidiano.
Otro ejemplo es la implementación de materiales ultraligeros como la fibra de carbono reforzada con polímeros (CFRP). Originalmente desarrollados para coches de carreras, estos materiales han llegado a modelos de producción como el BMW i8 o el M4 CSL, permitiendo reducir el peso y mejorar la rigidez estructural sin comprometer la seguridad.
Incluso en el ámbito digital, la telemetría y los sistemas de asistencia han evolucionado desde las necesidades de competición. Tecnologías como el M Drift Analyzer, el Launch Control o los modos de conducción personalizables son adaptaciones directas de los sistemas que utilizan los ingenieros de pista para optimizar el rendimiento en carrera.
Conducir un BMW no es solo una experiencia premium, sino también una conexión directa con décadas de innovación, velocidad y pasión por las carreras. Una herencia viva que convierte cada trayecto en una extensión del circuito.
La alta competición como laboratorio para la carretera
Porsche se ha consolidado como un referente en las principales competiciones del motor. Desde sus inicios, Porsche ha sido sinónimo de alto rendimiento, ingeniería de precisión y una profunda conexión con el automovilismo. Vehículos como el 917 o el 911 (en la imagen) comenzaron a forjar su leyenda en la mítica carrera de resistencia de las 24 Horas de Le Mans, obteniendo triunfos memorables. Esa experiencia en los circuitos se traduce fielmente en tecnologías y diseños aplicados en sus modelos de calle.
Porsche tiene una larga y exitosa historia en la competición, acumulando más de 30000 victorias en diversas categorías, incluyendo carreras de resistencia, gran turismo, rally, raids y monoplazas. Pero más allá de sus victorias, lo que realmente distingue a la marca es su capacidad para transferir la tecnología desarrollada en competición directamente a sus coches de calle.
Uno de los mejores ejemplos de esta transferencia tecnológica es el Porsche 911, un modelo icónico que ha evolucionado durante décadas con soluciones nacidas en la competición. El sistema de suspensión adaptativa, los frenos cerámicos y la aerodinámica activa han sido perfeccionados en modelos de carreras como el 911 RSR y luego adaptados para uso diario. Incluso el legendario turbo, ahora común en sus variantes más potentes, tiene su origen en las exigencias del automovilismo.
Otro claro exponente es el Porsche Taycan, el primer eléctrico de la marca, que incorpora tecnologías desarrolladas en la Fórmula E, como la gestión térmica de las baterías y los sistemas de recuperación de energía en frenada. Los ingenieros de carreras están ahora involucrados en un trabajo pionero para mejorar las baterías y la red de 800 voltios del Taycan.
La experiencia adquirida en las competiciones eléctricas ha permitido a Porsche diseñar un sistema de propulsión eficiente y robusto, ideal para el uso diario sin renunciar a las sensaciones deportivas.
Además, tecnologías como el Launch Control, los modos de conducción inteligentes y los materiales ultraligeros en chasis y carrocería, son claros ejemplos de cómo Porsche traduce la innovación de las carreras en beneficios tangibles para sus clientes.
Cada Porsche que circula por la calle lleva en su ADN la herencia de la competición. La filosofía de “race to road” no es solo un eslogan, es una promesa que garantiza que cada kilómetro recorrido fuera del circuito conserve la emoción, la precisión y la excelencia que solo la pista puede ofrecer.
Pasión por la competición
Desde su fundación en 1947, Ferrari ha sido sinónimo de velocidad, diseño e innovación. Lo que distingue a la marca del Cavallino Rampante no es solo su legado en la Formula 1 o en el Campeonato del mundo de Resistencia, sino la forma en que ha sabido trasladar esa experiencia en competición a sus coches. Cada modelo que sale de Maranello no solo es un deportivo de lujo, sino una pieza de ingeniería con ADN de carreras.
Ferrari ha perfeccionado el arte de la transferencia tecnológica entre sus monoplazas de F1 y sus vehículos de carretera. Un claro ejemplo es la aerodinámica activa. Modelos como el Ferrari 488 Pista o el SF90 Stradale (en la imagen) cuentan con sistemas que ajustan automáticamente elementos de la carrocería para optimizar el flujo de aire, una técnica derivada directamente de la Fórmula 1.
Otro componente vital es el sistema KERS (Kinetic Energy Recovery System), desarrollado originalmente en competición para recuperar energía en frenadas. En coches como el LaFerrari, este sistema alimenta a un motor eléctrico que complementa el V12 de combustión, ofreciendo un impulso de potencia y eficiencia que redefine el concepto de superdeportivo.
La electrónica avanzada también es herencia directa de los circuitos. El sistema de control de tracción eSCM (Electronic Side Slip Control), presente en varios modelos como el 812 Superfast, permite una conducción más precisa y segura, especialmente en situaciones de alto rendimiento. Este sistema fue afinado con datos de la Scuderia Ferrari y probado en pistas por los propios pilotos de desarrollo.
Con la presentación del nuevo F80 comienza un nuevo capítulo de la legendaria historia de los superdeportivos del Cavallino Rampante. El F80 se producirá en una serie limitada de solo 799 unidades y se llama así para conmemorar los 80 años de la casa de Maranello.
Hoy, tanto la Fórmula 1 como el Campeonato Mundial de Resistencia (WEC) utilizan motores V6 turbo combinados con un sistema híbrido de 800 V. Por lo tanto, era natural trasladar esta arquitectura, con la que Ferrari ganó dos 24 Horas de Le Mans consecutivas con el 499P, al F80.
Incluso los volantes han evolucionado gracias a la F1. Actualmente, muchos modelos de Ferrari incluyen controles integrados directamente en el volante, una inspiración clara de los monoplazas, lo que permite al conductor ajustar modos de manejo, suspensión o control de tracción sin quitar las manos del timón.
Esta constante sinergia entre competición y producción en serie no solo alimenta la innovación, sino que también fortalece la identidad de Ferrari: cada coche de carretera no es solo un vehículo más, sino una experiencia, un fragmento de la pista traído al asfalto. Así, la leyenda de Ferrari sigue acelerando, tanto en la parrilla de salida como en la carretera.
Elegancia y rendimiento
Aston Martin, la emblemática marca británica reconocida por su elegancia atemporal y su vínculo con el universo de James Bond, ha sabido combinar como pocas el lujo con la más alta ingeniería automotriz. Lo que muchos no saben es que debajo del refinado diseño de sus coches late el corazón de la competición. La experiencia de Aston Martin en las pistas de carreras, especialmente en el Campeonato Mundial de Resistencia (WEC) y las 24 Horas de Le Mans, ha sido una fuente vital de innovación tecnológica aplicada directamente a sus modelos de calle.
Uno de los ejemplos más representativos es el Aston Martin Valkyrie, un hiperdeportivo que lleva la tecnología de la Fórmula 1 a las calles. Desarrollado en colaboración con Red Bull Advanced Technologies y el legendario ingeniero Adrian Newey, el Valkyrie incorpora soluciones aerodinámicas extremas, un monocasco de fibra de carbono ultraligero y un sistema híbrido que deriva de la experiencia en las carreras de resistencia. Este modelo representa el puente más directo entre los circuitos y la carretera.
Pero la influencia de la competición no se detiene en los hiperdeportivos. Modelos como el Vantage (en la imagen) o el DBS Superleggera también utilizan tecnologías desarrolladas en los programas de competición. El sistema de suspensión adaptativa, los modos de conducción ajustables y el uso extensivo de materiales compuestos son algunos ejemplos. Incluso el diseño de los frenos, la gestión térmica del motor y la aerodinámica activa tienen raíces directas en la experiencia acumulada en el automovilismo.
La filosofía de “carrera a carretera” de Aston Martin no solo busca mejorar el rendimiento, sino también ofrecer una experiencia de conducción más pura, conectando al conductor con el vehículo como si estuviera en la pista. Este enfoque también asegura que cada modelo no solo luzca espectacular, sino que esté preparado para ofrecer sensaciones emocionantes y una precisión técnica al nivel de los mejores deportivos del mundo.
Aston Martin no solo fabrica automóviles de lujo, sino que crea obras maestras tecnológicas que heredan lo mejor del automovilismo de élite. Sus coches son una invitación a experimentar, en cada curva, la emoción y la precisión de la competición.
Alta tecnología japonesa en la carretera
Toyota, además de ser una marca reconocida por su fiabilidad y eficiencia, también lo es por su compromiso con la innovación tecnológica. Uno de los aspectos menos conocidos, pero más fascinantes de la marca japonesa, es cómo traslada la tecnología desarrollada en sus coches de competición en certámenes como el WEC (Campeonato del Mundo de Resistencia), WRC (Campeonato del Mundo de Rallyes) o Campeonato del Mundo de Raids, donde destaca el París-Dakar, a sus vehículos que vemos a diario en las calles.
Un claro ejemplo de esta transferencia tecnológica es el Toyota GR Yaris (en la imagen), un coche compacto inspirado directamente en los rallys y desarrollado en colaboración con Toyota Gazoo Racing, la división de alto rendimiento de la compañía. Equipado con tracción total GR-FOUR y un motor de 3 cilindros turboalimentado de 1.6 litros, este modelo incorpora soluciones de competición como un chasis reforzado, aerodinámica optimizada y una distribución de peso pensada para ofrecer el máximo rendimiento.
Pero no se trata solo de modelos deportivos. La experiencia de Toyota en resistencia y competición también influye en vehículos más convencionales como el Toyota Corolla, o los híbridos RAV4 y CHR. Tecnologías como la eficiencia térmica del motor, la gestión energética avanzada de los sistemas híbridos o los sistemas de frenado regenerativo han sido optimizados gracias a la experiencia en las pistas.
Además, la fiabilidad que Toyota demuestra en las 24 Horas de Le Mans se refleja directamente en su línea de vehículos comerciales, donde la durabilidad, el consumo eficiente y la respuesta bajo condiciones exigentes son claves.
Toyota lleva al límite y en los entornos más duros de la competición sus vehículos todoterreno, como en el Rallye Dakar, para extraer todo el aprendizaje y experiencia y aplicarlo en el Toyota Hilux.
La plataforma TNGA (Toyota New Global Architecture) es otra muestra. Desarrollada bajo una filosofía de mejora continua, esta base modular ha tomado aprendizajes del motorsport en términos de rigidez estructural, bajo centro de gravedad y dinámica de conducción. Gracias a esto, incluso los modelos más familiares de Toyota ofrecen una conducción más ágil, segura y eficiente.
Cada vez que Toyota lleva un coche a la pista, está invirtiendo en el futuro de sus vehículos de calle. La carretera se beneficia de cada competición en la que participa.