La Fundación RACE publica a través de su página web una nueva obra dedicada a la Historia de las marcas españolas de cyclecars. En este número de Autoclub RACE publicamos la cuarta entrega: Cyclecars españoles: Ingenio sobre ruedas en la edad de oro del automóvil ligero
TEXTO: PABLO GIMENO VALLEDOR
Tras repasar en capítulos anteriores alguna de las grandes marcas pioneras, el relato se adentra ahora en la etapa final y más diversa del fenómeno.
En Madrid y Barcelona, durante los años 20, surgen talleres modestos que siguen experimentando a pesar del contexto económico, en donde la falta de grandes fábricas y la dura competencia internacional parecían casi abocarle a un fracaso anunciado.
Pese a estas dificultades, algunas de ellas lograron transformarse y derivar sus actividades en servicios de mantenimiento o reconvirtieron sus cyclecars en taxis.

Uno de los primeros Victoria fotografiados por la marca Kodak
Victoria: el sueño truncado de Elizalde
El Victoria, nacido en Madrid entre 1922 y 1924, es un ejemplo paradigmático de cómo la industria nacional intentó responder a la demanda de coches asequibles.
Su diseño provenía de Elizalde, pero conflictos familiares impidieron que la marca lo produjera bajo su nombre. Así, los planos acabaron en manos de la sociedad “Talleres Moderno Garaje Franco Español”, que los transformó en un pequeño automóvil robusto, de fabricación casi íntegra en España y con un motor de 950 cc.
El Victoria aspiraba a ser el “coche del pueblo” español, compitiendo con modelos como los Citroën y Renault. La paradoja del Victoria radicaba en su calidad técnica y en su incapacidad para competir en producción masiva. Su alto precio, lo condenaron frente a los modelos franceses.
Hisparco: el último suspiro
Si Victoria representa el ideal popular, Hisparco encarna la pasión deportiva y el espíritu emprendedor. Fundada por Manuel Pérez del Arco tras la “edad de oro” de los cyclecars, la marca madrileña supo despedirse del género con estilo y éxito.
Pérez del Arco, hombre hecho a sí mismo, volcó su fortuna y afición en la creación de un equipo oficial que llegó a alinear hasta cuatro coches en Lasarte en 1924, compitiendo con los mejores del momento.
La visita del Príncipe de Asturias a su box en 1925 simbolizó el reconocimiento social de estos vehículos.
Sus éxitos en las XII Horas del Guadarrama (1925) y el Circuito de Campo Real (1926), demostraron que España podía competir técnicamente incluso en el ocaso de la categoría.
Innovaciones efímeras: la creatividad que desborda los talleres
El panorama de los autociclos españoles se completa con una serie de marcas y modelos tan efímeros como ingeniosos:

Salomó con motor Elizalde
Salomó
Fundada en Mataró por Cosme Salomó y los Vizcaya, destacó por su peculiar diseño de chasis y la experimentación con motores Rex y Elizalde.
Su eje trasero estrecho y la suspensión independiente delantera lo hacían único, aunque su producción fue mínima y su presencia, casi anecdótica, en las pruebas deportivas de la época.
España
Bajo la batuta de Felipe Batlló y Godó, la marca España apostó por un autociclo equipado con motor MAG, del que apenas se produjeron un par de unidades.
Su actividad se centró pronto en modelos más grandes y lujosos, dejando el cyclecar como un episodio inicial.
Edis
Creación del técnico Carlos Jaumandreu, el A-1 era un bicilíndrico de 1.108 cc que participó en la III Carrera del Baix Penedès en 1918, aunque su producción fue casi testimonial.

Dalmau en un Dobi. Prueba del Kilómetro Lanzado de 1920, en Torrejón de Ardoz.
Dobi
Marca madrileña impulsada por Mauricio Dalmau y Fernando Bibiano, apostó por el desarrollo de cyclecars y pequeños automóviles, con motores Douglas, MAG y Ballot.
Su participación en pruebas deportivas fue breve y su producción, muy limitada.
Salvador
Salvador Grau Just, conocido por sus motocicletas, fabricó en Barcelona un pequeño número de autociclos dotados de motores MAG y soluciones técnicas propias, logrando algún éxito en pruebas de regularidad antes de centrarse en otros productos.

Dots, en competición
Dots, Hebe, Ursus, Balandrás
Estas marcas representan el extremo de la experimentación y la producción artesanal. Desde triciclos con motores Excelsior (Dots) hasta vehículos con motores Ruby o creaciones únicas como el Ursus de Antonio Cácharo, todas ellas muestran la efervescencia creativa de la época, aunque su huella fuera fugaz.
Epílogo
Hemos concluido nuestra travesía por la historia de los cyclecars españoles con esta entrega.
Queda el testimonio de una época donde el automóvil era sinónimo de aventura, símbolo de progreso y campo para la creatividad.
Los cyclecars españoles, a pesar de ser a menudo efímeros y de producción limitada, canalizaron el entusiasmo de una generación que veía en la mecánica una vía hacia la modernidad.
Pequeñas empresas y talleres consiguieron que España tuviera su propia contribución a la historia del motor. El ingenio superó las limitaciones de recursos, y el deseo de competir y experimentar impulsó avances técnicos y deportivos relevantes.
El recorrido de los autociclos llegó a su fin, como tantas veces sucede, debido a la presión de los grandes fabricantes y la aparición de modelos más potentes y asequibles.
Este epílogo es una invitación a mirar al pasado con respeto e interés, y a valorar el legado de aquellos que, con su trabajo e ingenio, hicieron realidad los sueños de una generación.
Les dejamos, como en la anterior entrega, un PDF descargable para su lectura. Deseamos lo disfruten.